La transformación de la ciudad

Comúnmente acudimos de turismo a aquellas ciudades que tienen un pasado y valoramos de ellas aquellos edificios que son tradicionales o que tuvieron algún papel histórico relevante.
La arquitectura contemporánea que hoy se viene desarrollando pretende construir edificios atemporales con el fin de desprenderse de los estilos arquitectónicos pasados y construir edificios que no queden obsoletos en el plano estético. Sin embargo, este factor puede jugar en su contra en cincuenta o cien años, como ha pasado con la vivienda de Alejandro de la Sota. Debemos preguntarnos si con el tiempo valoraremos la arquitectura contemporánea por su concepción atemporal... ¿En cien años tendremos la necesidad de conservar edificios sin un lenguaje clásico o barroco? ¿Debemos construir edificios con estilo? Quizás inintenciondamente aquellos edificios contemporáneos que pretendan ser atemporales les atribuiremos una temporalidad debido a diferentes tendencias de utilización de materiales, colores, vegetación... Quizás de esta manera adquieran valor o quizás el término conservación adquiera otros significados.
A día de hoy, es necesaria establecer unas directrices de que queremos de nuestra ciudad y de igual manera que papel debemos jugar nosotros dentro de ella. Existe una gran pugna entre dos modelos de ciudad, o mejor dicho, entre dos maneras de actuar en ella. Una de ellas es la conservadora, que intenta rehabilitar y conservar todas las edificaciones por el hecho de ser históricas independientemente de su valor arquitectónico o social y otra que es progresista, que considera más relevante la modificación de la ciudad para adaptarse a los nuevos tiempos y por lo tanto es mucho más flexible a los cambios. La solución pasa por un perfecto equilibrio entre los dos métodos de actuación que debemos dar a través de un profundo análisis de la ciudad, tanto en términos teóricos como prácticos. Teniendo en cuenta las nuevas tecnologías que podemos aplicar para mejorar la ciudad y actuar lo mínimo posible en lo que queramos conservar. Porque conservar es conservar cultura y por lo tanto respetar la identidad propia del lugar.

Solo de esta forma podremos obtener la ciudad que deseamos, donde conservamos la memoria del lugar haciéndonos sentir identificados con ella y a su vez facilitamos la demanda de los nuevos tiempos: transportes cómodos y rápidos, espacios públicos verdes, iluminados y protegidos, seguridad peatonal, limpieza del aire...
En su momento, con la aparición del coche y su normalización en la población las ciudadanos comenzaron a extenderse en su territorio y los espacios públicos pasaron a ser absorbidos por infraestructuras para el automóvil y al peatón se le relegó a un segundo plano. La tipología edificatoria y los nuevos tejidos urbanos pretendían reducir las densidades, pretendiendo crear espacios más saneados y mayor cantidad de superficie verde.
La realidad es que esta tipología edificatoria ha fracasado. El tejido de polígono residencial no fue fructífero en el sentido de que no creo ciudad: las calles se convirtieron en grandes vacíos sin relaciones sociales, los edificios consistían en bloques aislados sin relación con la calle y los espacios verdes al no estar unificados apenas eran transitados.

 Hoy las ciudades buscan recuperarse de los fuertes cambios que trajeron la entrada de los automóviles. Las ciudad deben promover la peatonalización porque deben promover el encuentro social y el sentido más amplio de comunidad que define el sentido las ciudades.
Las estrategias actuales consisten en la delimitación de los accesos de los vehículos privados al centro de las ciudades, la regulación de su estacionamiento, la introducción de transportes públicos o privados alternativos que reduzcan la congestión ( metro, tranvía, autobuses, transportes compartidos, alquileres de bicicletas y automóviles), recuperación de espacios verdes, limpieza del aire de las emisiones de CO2 utilizando energías alternativas y el diseño del espacio público.
Con esta breve introducción el modelo de ciudad que debemos perseguir comienza a perfilarse. Debemos desechar por tanto el modelo americano de ciudad extensiva dependiente del coche y de baja densidad residencial que tiene como imagen  la ciudad de Detroit. Este modelo consiste en un red infinita de carreteras que llevan hasta cada puerta de cada casa que se extienden hasta el infinito de un centro colmado frecuentemente de grandes torres de edificios de oficinas, supermercados, cines e iglesias. El espacio público en las zonas residenciales consiste en una estrecha acera frecuentemente obstruida por farolas, bolardos y badenes de entradas a garajes y sus servicios y equipamientos son cajas de apariencia industrial situadas próximas a las carreteras de mayor tráfico. Por desgracia este modelo es muy extendido a través de los medios de comunicación por anuncios de coches, comida o mismo de Hollywood, aunque cada vez menos. 

Nuestro modelo es la ciudad compacta, el modelo que garantiza la sostenibilidad y que mejor aprovecha sus recursos. Es la ciudad más pragmática pero también la que tiene mayor vida y por tanto belleza. Este modelo está basado en construir una densidad suficiente para reducir los trayectos en coche y que compense acudir al trabajo andando por llevar 10 minutos o coger un transporte público por su comodidad. Además, la densificación de la ciudad supone un ahorro en los costes del transporte público por economía (energético e infraestructural) y tiempo ya que mediante un menor número de líneas y recorridos es capaz de dar servicio a un gran número de gente.

Otra de las atribuciones que le podemos dar a la ciudad compacta es la funcionalidad de sus espacios públicos. Debido a que la relación de numero de bajos comerciales por habitantes es mucho menor  evitamos la imagen tan común de las nuevas edificaciones periféricas donde los bajos comerciales quedan inutilizados. Y hablo de espacio público y bajos comerciales porque la funcionalidad de uno está estrechamente relacionada con la del otro.

El resultado de la suma de una ciudad compacta y con buenos medios de transporte da como resultado una ciudad limpia de contaminación, donde la gente toma la calle, los niños pueden jugar libremente en ella y donde recuperamos el sentido de la ciudad: la vida en comunidad. 




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