El lenguaje sirve para enseñar

AGUSTÍN: ¿Qué es lo que queremos hacer, en tu opinión, cuando hablamos? 
ADEODATO: Por lo que se me viene a las mientes en este momento, enseñar o aprender. 
AG: Uno de esos fines lo comprendo claramente y estoy de acuerdo contigo: cuando hablamos queremos enseñar, es evidente. Pero ¿cómo se entiende eso de que queremos aprender? 
AD.: Pues ¿cómo te parece que va a ser, más que preguntando?
AG.: Incluso entonces, a mi juicio, no queremos sino enseñar; pues déjame que te pregunte si interrogas por otro motivo que para enseñar lo que deseas saber a quien interrogas.
AD.: Es cierto. 
AG.: Pues ya ves que al utilizar el lenguaje no tenemos otro fin que el de enseñar. 
AD.: No lo tengo del todo claro; pues si hablar consiste en pronunciar palabras, constato que eso también lo hacemos cuando cantamos. Ahora bien, cuando cantamos a menudo estamos solos, no hay nadie presente para aprender y por tanto no creo que deseemos enseñar nada a nadie. 
AG.: Sin embargo yo pienso que hay una manera de enseñar despertando los recuerdos, y es una manera importante, como lo demostrará el objeto mismo de nuestra conversación. Pero si estimas que no aprendemos cuando recordamos y que el que recuerda no enseña, no voy a contradecirte; y por tanto pongo dos objetivos del lenguaje: enseñar o hacer recordar sea a nosotros mismos o sea a otros. Esto es también lo que hacemos cantando, ¿Estás de acuerdo? 
AD.: No del todo, pues me parece raro eso de que canto para recordar: lo hago solamente por gusto.

                                                                          (AGUSTÍN DE HIPONA, De magistro, I, 1) 

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